Sabemos que la vida es un constante cambio, todo ser vivo está cambiando constantemente, nada ni nadie hoy es igual que ayer, tu cuerpo cambia, tus células, tus experiencias diarias te hacen cambiar tu percepción, tus emociones cambian, pero como nos cuesta accionar esos cambios de una manera fácil y placentera, nos quedamos en el apego a lo conocido y el miedo y la angustia nos invaden ante lo desconocido.
En todos los años que tengo como terapeuta tanto a nivel personal, como a las parejas que he atendido, familias, a nivel de equipos de trabajo y en los talleres, siempre se repite esta adicción a lo conocido, aunque no me siento bien en mi relación de pareja o en mi trabajo, aunque situaciones de mi vida ya se han vuelto ingobernables, me quedo ahí, no acciono al paso siguiente, la idea de irme de la relación que ya caducó me genera tanto dolor y tanto miedo al después, que me quedo. Es increíble escuchar una y otra vez a las personas quejarse de sus parejas, de sus trabajos, de sus padres, de sus hijos, del país, pero hasta ahí, me conformo con quejarme y ser víctima de esa situación y sigo allí, es como un cierto placer al masoquismo.
Todo proceso de cambio y evolución de nuestra vida requiere soltar lo viejo para tomar lo nuevo, de nosotros depende que ese proceso de separación de lo anterior sea más placentero desde la conciencia o más doloroso y sufrido desde la víctima. Porque el cambio es inevitable.
Es como cuando nacemos, estamos en el vientre de nuestra madre, en general recibiendo alimento y buena calidad de vida, mientras permanecemos en ese hotel cinco estrellas por nueve meses, nuestro trabajo allí ocurre de una manera natural, sin esfuerzo crecemos, cambiamos de célula a embrión, de embrión a feto de feto a bebé, mientras la naturaleza hace su trabajo todo va bien, fácil placentero, si te desarrollas bien vives, si no tienes que partir, pero a la hora de nacer, a la hora que se requiere de la intervención de mama para parir, del bebé para empujar, del médico o el facilitador de parto para apoyar el proceso, en la mayoría de los casos se vuelve un caos, a la hora de cambiar de vivir una vida intrauterina y salir afuera, que es lo natural que sigue en el proceso, entran los miedos, la urgencia, como será afuera, como será el cambio, mejor me quedo aquí, la mamá le duele la separación y al bebé también, pero en la medida que este primer proceso de cambio de nuestra vida sea más fácil, consciente y relajado, así manejaremos los siguientes cambios. Luego viene el proceso de empezar el colegio o la guardería, cuantos padres y niños lloran inconsolables, en vez de estar felices de que estamos creciendo. En Renacimiento, que es la terapia a la cual me dedico, trabajamos a fondo sobre estos primeros cambios y como nos marca para toda la vida la manera como los vivimos y como nos mantenemos atascados a esas memorias de dolor. Trabajamos en transformar el dolor en conciencia y esa conciencia te apoye a vivir los cambios que por naturaleza tienes que seguir viviendo de una manera fácil, placentera y feliz. En conclusión, LO ÚNICO SEGURO EN LA VIDA ES EL CAMBIO, asúmelo como la experiencia que te toca vivir para crecer y como experiencias que son, vívelas con alegría, pues sean mejores o peores te están permitiendo crecer y fortalecerte. Vive el placer de cambiar como una aventura, desconocida pero divertida y de aprendizaje!
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